martes, 16 de noviembre de 2010

* * *


Elija una noche sin estrellas
en la parte que
más le guste
de la ciudad.



Levante una piedrita del suelo.
No importa
la forma ni el color.


Trasládese unos metros para distanciarla del lugar que ocupaba.

Siéntala en la palma de la mano y procure que sea cálida al tacto.



Tome envión
y
arrójela

hacia
arriba





tan

alto

como

pueda.


Si lo hace con la debida concentración,
la piedrita quedará

flotando

en el espacio.



Tome una honda
y dispare otra piedra en la misma dirección.



En el momento que choquen, las verá estallar en mil pedazos.
Espere hasta que las partículas se acomoden.
De a poco cada una de ellas sabrá cuál es su lugar.


Finalmente

déjese llevar
por la contemplación
de su propio cielo.






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